domingo, 9 de junio de 2013

¡No al amor romántico!


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II.

La semana pasada, en entrevista con la maestra en comunicación, Raquel Ramírez Salgado, nos explicaba cómo es que el amor romántico es propio de la  subordinación de las mujeres frente al poder masculino.

−Pero, ¿qué actores, situaciones y factores instauran estos códigos de amor?

−Todas las prácticas culturales e instituciones de los sistemas patriarcales reafirman la legitimidad del amor romántico, desde los ámbitos de la intimidad hasta en el espacio público, comenta Ramírez Salgado y enumera algunos ejemplos:

  • Los contenidos mediáticos y productivos comunicativos reproducen hasta el hartazgo la vinculación entre el amor y el sufrimiento, lo que puede descubrirse fácilmente si se escucha una canción o se observa un programa de televisión.
  • En la hipermodernidad, es decir, la era del vacío: un término en que, de acuerdo con Giles Lipovetsky, los procesos sociales están permeados y condicionados por  el consumo. Una clara muestra de esto es la invención capitalista de “festejar” el 14 de febrero a través de la excesiva compra de regalos, acudiendo a restaurantes, cafeterías, bares y hoteles; pero lo que cada una de estas prácticas tienen en común es que se cree que la “flama” del amor seguirá encendida gracias al intercambio de objetos, bienes y placer, sin cuestionar o problematizar la desigualdad y la frustración que ocasiona darse cuenta que la experiencia del amor romántico en la vida real no corresponde con la ilusión mediática.
  • Las instituciones que validan a las relaciones amorosas sólo cuando corresponden a la normatividad; por eso quienes integran las parejas adquieren derechos de convivencia sólo cuando han firmado un contrato, y aunque es cierto que las leyes han ido cambiando; por ejemplo, las modificaciones al código civil del Distrito Federal, socialmente, una pareja recibe mayor aceptación y legitimidad cuando responde a la heteronormatividad y contrajo matrimonio.
Entonces, continúa Raquel Ramírez, quien es profesora de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo y colabora en el sitio mujeresnet.info, “una clave feminista es que el amor, hablando de la construcción sociocultural, es histórico y en cada etapa de la historia de la humanidad, o sea la historia de lo occidental y lo no occidental, se han generado diferentes formas, prácticas y expectativas para construir los vínculos amorosos en turno.

“El amor romántico es una construcción occidental que se reafirmó con el arribo de la modernidad, pero que se basó en mitos griegos y en relatos medievales, lo podemos ver en ‘El Banquete’ en Los diálogos de Platón y el romance de Tristán e Isolda, para crear dos supuestos que perduran hasta hoy: la necesidad de encontrar a alguien que nos ayude a ser personas completas, el “mito” de la media naranja, y el culto por el amor trágico: el amor es imposible de alcanzar y que por eso resulta “exquisitamente” atractivo.

“Así que, si el amor romántico es una construcción histórica y sociocultural, mas no natural, podremos superarlo y crear formas de amar más justas y equitativas”.

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−Las causas de la violencia en el noviazgo ¿tiene como factor la forma que hemos aprendido a amar las mujeres?

−Retomando las bases de las estructuras sociales, es decir, la desigualdad y la exclusión que están incluidas en el proceso de socialización y de construcción de la identidad de las personas, es importante recalcar que nosotras aprendemos a ser a partir de nuestra condición de género y otras: clase, raza, etnia, etcétera, y es ahí donde cobra sentido la frase con la que Simone de Beauvoir inicia su célebre obra El segundo sexo: ‘No se nace mujer, se llega a serlo’.

Las mujeres no nacen con las características significadas como típicamente femeninas, como la ternura, ser amorosas, débiles o ávidas de ser madres, sino que las mujeres somos configuradas socialmente para suponer falazmente que todo lo anterior es natural y que, por lo tanto, es imposible de modificar.

La misma Simone de Beauvoir nos dice en “La enamorada”, uno de los capítulos de El segundo sexo, que el amor no significa lo mismo para mujeres y hombres. Las primeras, al experimentarlo, se hundirán en una relación de dominación con quienes consideran su amo, dador de sentido a su existencia, mientras que para ellos, el amor será una experiencia que reafirmará sus privilegios de género, y contarán con la legitimidad social para defenderlos mediante la violencia. Si la “enamorada” ve que su amado se le va, se siente desprotegida, incluso teme por su existencia y seguridad, ya que su existencia está validada por tener a quién amar y por ser amada.

Por eso, concluye Raquel Ramírez, “es importante deconstruir los estereotipos de género, los cuales someten a mujeres y a hombres a formas de ser que han sido naturalizadas y que por eso se creen imposibles de modificar, como la subordinación, la abnegación y la debilidad, o poseer instinto maternal, en el caso de las mujeres; en el caso de los hombres, la violencia, compulsión sexual: infidelidad y promiscuidad.

“Una reflexión importante que propone la filósofa feminista Graciela Hierro, es deconstruir los pseudo valores femeninos y masculinos, para luego desarrollar en todas las personas la capacidad de empatía, cuidado y compromiso con las otras personas y seres, sin importar su sexo, lo cual resultaría beneficioso entonces para la humanidad entera.

“Para lograrlo, se requiere de un proceso complejo, que incluyera diferentes mecanismos de socialización, relaciones intergenéricas más justas y una revolución dentro de las instituciones, y aunque suene casi utópico, distintas personas alrededor del mundo se han posicionado políticamente por la construcción de vínculos amorosos equitativos y justos, rechazando las exigencias y mitos del amor romántico. Desde luego, y como es visible, el feminismo es el principal posicionamiento político y ético que ha apostado por el amor en libertad y justicia”, finaliza la especialista.

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