A diario oímos afirmaciones de lo que son las mujeres y de los que son
los hombres. Referencia estereotipadas de lo que se espera de cada uno y una.
A propósito del Día mundial sin tabaco, escuchando el radio, me llamó la
atención que el conductor realizara una encuesta sobre quién fuma más, ¿ellas o
ellos?, la respuesta de la mayoría de los radioescuhas fue que las mujeres,
porque son nerviosas e histéricas o porque lo hacen por “pose” y por parecerse
a los hombres.
Con este mismo tema, la Comisión Nacional contra las Adicciones
(Conadic) puso al aire una campaña en la cual dos hombres hablan de las mujeres
y dicen que las que fuman “huelen horrible” y “ni que tuviera cabeza de humo”.
El mensaje carece de contenido preventivo y de cuidado de la salud contra las
adicciones, sin embargo, sí tiene un amplio contenido machista y misógino.
En palabras de Lydia Cacho, el machismo nace de la convicción de que las
mujeres son inferiores y están obligadas a ser como quieren los hombres. A esto
hay que agregar que los estereotipos y prejuicios, también creados y fomentados
desde el machismo, están tan naturalizados que en la cotidianidad se reproducen
y se cae en determinismos sobre como son y deben de ser las mujeres y los
hombres, sin reflexionar y analizar las conductas y prácticas, con la intención
de desenmascararlas y de poner sobre la mesa la subordinación de las mujeres en
todas las relaciones de poder.
Por eso, la propuesta es
ponernos las antenas contra la discriminación, porque desde nuestra lengua y
actitudes, sentenciamos los mandatos que cada uno, hombres y mujeres deben de
realizar, ejemplo de ellos es la maternidad para las mujeres y la protección para
los hombres.
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