lunes, 3 de junio de 2013

Los silencios cómplices


Hace un par de días mi Profesor de Teoría Política Contemporánea me preguntó si había dado seguimiento al caso Góngora Pimentel y comentó con sorpresa que ninguna prominente feminista o grupo de feministas hubiera alzado la voz de manera notoria para mostrar su reprobación pública.

Yo le di una respuesta vaga: sí, sé de lo que me hablas; sí, es terrible; no, en realidad no sé que alguien haya dicho algo; sí, tal vez porque se decía que el personaje era progre y aliado de la izquierda; no sé, supongo que lidiamos con mucha mierda cada día, quizás por eso…

Pero la pregunta me incomodó. Y mucho. ¿Por qué nos quedamos calladas? Y sí, claro, no es asunto sólo de mujeres, tampoco supe que otros, feministas, defensores de derechos humanos, anexos o conexos dijeran mayor cosa. Pero ¿por qué nos quedamos calladas? Nosotras, ¿por qué?

El caso Góngora Pimentel fue dado a conocer en el noticiero de Carmen Aristegui. En resumen, este ahora ex ministro mexicano y ex presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) se negó a pagar pensión alimenticia a sus hijos y para eludir el proceso acusó de fraude a la madre, ella fue encarcelada y finalmente él pidió la custodia de los hijos.

Este señor hizo uso del poder y las influencias que le daban su cargo para resolver sus necesidades  personales. ¿Ella necesita empleo?, por qué no, que trabaje conmigo. ¿Ella pide pensión para los hijos, pero no quiero pagarla?, por qué no, que los jueces sean benévolos conmigo. ¿Ella se volvió un dolor de cabeza?, por qué no, la acuso de fraude y hago que el sistema de “justicia” trabaje de manera extraordinariamente expedita a mi favor. ¿Qué los niños tienen necesidades no cubiertas?, no, ni tanto, al cabo que son autistas y pobres, y si obtengo su custodia mejor, así no pago un quinto. Etcétera. Y cuando la cloaca se destapa cínicamente pide una disculpa a su pareja y jura que no hubo tráfico de influencias.

No soy abogada, pero creo que aquí se han cometido varios delitos.

¿Dónde debería empezar la indignación pública? ¿En el punto en el que empleó a su pareja en la SCJN, contraviniendo la normatividad interna? ¿Cuándo usó sus influencias para rehuir sus responsabilidades como padre? ¿O cuando se vengó de ella y la encarceló?

La cosa es que la indignación no ha empezado. No sé si es porque estamos acostumbradas y resignadas a la corrupción de los funcionarios, o si porque, a final de cuentas, ante nuestros ojos no es un caso de violencia contra una mujer y sus hijos sino una simple disputa doméstica, así como los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas son crímenes pasionales, nada de feminicidios ni nada de eso. Eso debe ser, que las feministas también vemos la vida con esos lentes.

Bien  puede ser que la indignación esté en el congelador porque Góngora Pimentel fue, durante su ejercicio, una especie de jurista progre aliado de la izquierda y digo una especie porque si se revisa con detenimiento los casos en que intervino, quedó mucho a deber si de justicia social se trata.

Tal vez el punto crítico con las feministas es que votó a favor de la despenalización del aborto en la Ciudad de México. Pero nos recuerdo que eso no fue un favor, es nuestro derecho. Se puede reconocer su actuación, pero eso no debiera eximirlo de que miremos con ojos críticos su actuación usando recursos de servidor público en contra de una mujer y de sus hijos.



Y este caso me recuerda otro, donde también las prominentes feministas guardaron silencio. Me refiero al asesinato de CécileDenise Acosta Reynaud en la India en 2012. El acusado del delito es Martín Manrique Mansour, su ex pareja. Sé, por boca de una activista, que académicas de la UNAM se negaron a firmar una carta en donde se pedía justicia para Cécile. No quisiera pensar que este hecho fue motivado porque él es hijo de dos personajes importantes de esta institución: Mónica Mansour y Jorge Alberto Manrique. Sé que uno de los argumentos esgrimidos es que esta muerte no podía considerarse feminicidio sino un caso de violencia de pareja, así, en corto, entre particulares, en privado. Me pregunto cuándo lo personal dejó de ser político. Podemos debatir teóricamente cuanto queramos sobre lo que es o no un feminicidio, pero en mi opinión se requería llamar la atención sobre el caso y demandar justicia para Cécile y su familia. En cambio por Martín Manrique sí que hubo académicas que pidieron garantías.

Me pregunto por qué también nos quedamos calladas en el caso de Cécile. O más correctamente, ¿por qué se quedaron calladas aquellas cuya voz se oye alto y fuerte? ¿Porque los Manrique Mansour son académicos importantes? ¿Porque son de izquierda? ¿Porque es imposible concebir que alguien como Martín Manrique sea el probable responsable? ¿Porque es un “asunto doméstico”, como el de Góngora Pimentel?

Y así camaradas, amigas mías, hermanas de la vida, así se tejen los silencios cómplices. Porque andamos de puntitas por la vida. Porque creemos que los hombres nos hacen favores cuando actúan como es correcto. Porque anteponemos los pactos políticos o de clase antes que los de justicia para las mujeres.

Para finalizar sólo quiero decir que ahí donde nos callamos, cada vez que nos callamos, no hacemos más que alimentar el statu quo de la violencia y la injusticia.


Hasta la próxima.

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