I.
Hace unos días el
semanario emeequis publicó un reportaje sobre cuatro chicas desaparecidas en Santa María Chiconautla (pueblo ubicado en
los límites entre Ecatepec y Acolman, Estado de México): Lucía Joselín Robles,
Jennifer Velazquez, Bianca Edith Barrón y Abril Selene Caldiño.
El texto da
cuenta de cómo las desapariciones de estas jóvenes mujeres están vinculadas
entre sí y cómo, una vez más, las autoridades del Estado de México
han sido indolentes en el establecimiento de un protocolo efectivo de
investigación y de un programa de prevención. Más aún, se muestra la renuencia cómplice
a declarar alerta de género a pesar de los feminicidios actuales y los acumulados durante los años
de gobierno de Peña Nieto.
La información hasta
ahora conocida y las declaraciones de un supuesto secuestrador que fue
prácticamente linchado por gente del lugar (y luego dejado libre por la
policía) hace sospechar a las familias de estas jóvenes y a organizaciones de
la sociedad civil que detrás de todo esto se encuentra la trata de personas con fines de explotación sexual.
Trata de personas
con fines de explotación sexual. Trata. De personas. Con fines de explotación
sexual. Explotación sexual.
II.
La costumbre de
poner en la página tres de algunos periódicos a una mujer desnuda o semidesnuda
data de 1970, cuando el periódico británico Sun publicó su primera Page Three.
En diferentes países y distintas épocas periódicos de otras latitudes
comenzaron a imitarla. En México, Ovaciones de la tarde con “La 3” y en años
más recientes periódicos como El Metro y el Gráfico en su última página.
No voy a escribir
aquí una disertación sobre la pornografía. Sólo diré que la imagen de mujeres
desnudas o semidesnudas en los periódicos son una reproducción más de los
significados implícitos: cuerpos de mujeres como objetos sexuales que están disponibles para su consumo
como mercancía. La misma ecuación que en un table
dance y que en la prostitución
Ahora bien, para
dar cabida a la plausibilidad de los argumentos de quienes pugnan por legalizar
el comercio sexual, digamos que una parte de las mujeres que se prostituyen lo
hacen porque así lo decidieron y porque lo consideran un modo legítimo de vida,
que nadie las obliga y que reciben directa y completamente el usufructo de su
trabajo. Pero otra parte de las mujeres en el comercio sexual no lo hacen en
libertad sino en contra de su voluntad, y aquí el grado de sujeción varía desde
aquella mujer que se siente obligada a hacerlo porque por ahora no cuenta con
otros medios o posibilidades para subsistir, hasta la mujer que ha sido
secuestrada, traficada y explotada con fines sexuales.
III.
Yo, después de leer
el reportaje de emeequis,
en mis febriles noches de temor, dolor y consecuente furia, he ido atando cabos
y creo firmemente que entre la página tres de un diario y el secuestro de una
joven con fines de explotación sexual hay en común la tolerancia, la
normalización y el fomento de la cosificación sexual de las mujeres. Si la
página tres sigue existiendo, es porque hay un mercado que la consume. Si la explotación
sexual existe es porque hay quien la consume, a sabiendas o no de que la mujer en
cuestión es forzada.
Así, pienso que la
próxima vez que alguien consuma una mujer cosificada en
periódicos, revistas, Internet, clubs de table
dance, prostíbulos, casas de citas o banquetas, no le haría mal detenerse a
pensar que esta industria de la vagina (como le llama Sheila Jeffreys) que
muestra tetas y culos esconde una cara siniestra y que en el fondo de la
pirámide, cuya cúspide ocupan las páginas tres del mundo, están las mujeres que
son explotadas sexualmente.
Aunque reconozco que puede ser más ampliamente documentada y más profundamente argumentada, esta es mi opinión, que quería compartir con ustedes antes de que la barbarie cotidiana acabara de comerse mi tristeza y mi rabia.
Hasta la próxima.
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