sábado, 18 de mayo de 2013

Orina y sororidad




¿Cuántas veces han entrado a un baño público con extrema urgencia, han dado un vistazo general para revisar que esté limpio y se han sentado sólo para descubrir que alguien más orinó de pie y dejó el asiento mojado?


No sé a ustedes, pero a mí me ha pasado muchas veces. Demasiadas. Tantas como para que el tema sea vergonzoso... excepto porque creo importante discutirlo abiertamente y hacer un llamado: mujeres del mundo, ¡uníos! La vida cotidiana puede ser suficientemente difícil como para añadir sin conciencia porquería a la vida de las demás. Hagamos algo amable por la que entrará después de nosotras y ¡limpiemos nuestra orina! Nada nos cuesta, es un pequeño gesto de sororidad para con las otras y, creo, nos entrena para otra tarea: hacernos responsables de nuestros propios residuos y no joder con ellos la vida de las demás.

Y por residuos me refiero ya no simple y llanamente a la orina, sino a los residuos patriarcales en nuestros actos, pensamientos y emociones que, consiente o inconscientemente, vamos endilgando a otras mujeres. Me refiero, por ejemplo, a esa inveterada costumbre que tenemos de criticar a otras porque no hacen "adecuadamente" aquello que en nuestra sociedad y nuestro tiempo se espera de las mujeres. Lo mismo criticamos su arreglo personal como la manera en que se conducen con los hombres, su sexualidad muy abierta o muy cerrada, la forma en que cocinan o las criticamos porque no cocinan. Enfrentémoslo, queridas: el patriarcado nos ha instruido tan callada y severamente que con la vara que nos mide medimos a las demás. Y eso es un residuo en nuestras vidas del que habría que hacernos cargo para no seguir dañándonos a nosotras mismas, a las otras y, ya que en estas andamos, para ir desmontando el patriarcado.

¡Hasta la próxima!


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